domingo, 17 de junio de 2012

Demora la reparación a ex presos de la dictadura

Alberto Atienza

Foto: El palacio policial de Mendoza, en el que funcionó uno de los más violentos centros clandestinos de detención, el D2.

Se llama reparación. En algunos casos algo reparará. En otros, no. Es la pensión que el gobierno de la provincia creó, con plena votación de legisladores, para todos los mendocinos que sufrieron de prisión impuesta durante el gobierno del golpe militar del 76.

No llegan a 300 los que se han inscripto para acogerse a ese beneficio. Pocos, en realidad. Sucede que muchos ya han muerto. Otros nunca salieron de las sombras donde fueron a parar luego de que cesaron los días de desapariciones y torturas.

Una mayoritaria parte de los que esperan el beneficio lo usarán (sueldo clase 10, unos 1.900 pesos) para vivir un poco mejor, ya que perciben bajos ingresos. Menos serán quienes, por gozar de una buena posición económica, tomen esa ayuda en calidad de propina. O como hacen algunos gerontes avivados que se inscribieron para percibir la piadosa jubilación que instituyó el último gobierno. Dejan pasar dos meses, para que les rinda más el dinero y luego lo gastan en bobadas propias de viejos ricos y tristes. Antes, otros ancianos no cobraban nada. Duraban gracias a la no siempre permanente caridad de los demás. En verdad, pasaban hambre. No podían comprar medicamentos. Y, simplemente, morían. El reconocimiento, para hombres y mujeres, que no pudieron pagar aportes. Un acto altamente humanitario del gobierno central.

Acerca de la reparación, son escasos los pesos, pero bienvenidos serán. Especialmente por quienes perciben magros retiros, disminuidos por préstamos sacados para subsistir un mes más.

El periodismo propiamente dicho no debe basarse en rumores. Pero, a veces, lo que se dice en los bares del centro, en las esquinas de los barrios, en los micros, roza en parte una verdad oculta. Se menciona que los aumentos logrados por empleados públicos, la insistencia, de ganar más instalada por los judiciales, por los docentes, estos últimos, que consiguieron mejoras en una paritaria no muy antigua, tirará por la borda el compasivo sueldito instaurado para los ex detenidos.
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Ya hay quien menciona que es despilfarro pagarles algo a “esos presidiarios subversivos que agitaban el sucio trapo rojo” En realidad los gorilas siempre repiten lo mismo. Lo que no saben esos vociferantes erizados es que la mayor parte de los detenidos políticos no eran izquierdistas. Y aunque lo hayan sido. Encarcelar, torturar y desaparecer a seres nada más que porque piensan distinto es un grave delito cometido contra la humanidad.

A ese coro de sujetos de pelambre hirsuta (hay también aullantes monas) se le suman otros, que ganan opíparos sueldos, no obstante el justo tope del 25 por ciento impuesto por el gobernador. Y claro, cuando andan bien, les alcanza y sobra el dinero ¿En qué piensan? Y…en ellos, Preguntan: ¿Qué es de la vida de esos muchachos que fueron injustamente encerrados? No. En el cerebro, en el sector destinado a la solidaridad, les aparece un enorme cartel luminoso estilo Las Vegas que impone una palabra, un sentido, acciones: “Yo”
Y dicen que dicen. De esa cofradía que a diario repite cual letanía: “ego sum” emergen algunos que están colocando palos en las ruedas del beneficio destinado a los ex presos llamados políticos.

Claro, primero hay que aumentar y pagar a los que trabajan. “Esos que pasaron por prisiones ya fueron, son algo del pasado” sostienen algunos que en el 76 eran unos párvulos.

No saben o no desean enterarse que de las chicas y muchachos que vieron sus libertades cercenadas, muchos, nunca lograron emerger del todo, sanos, con cierta digna prosperidad, del pozo al que fueron arrojados por los militares. Desconocen las carreras truncas de esos jóvenes que, con sufrimiento, asistieron al derrumbe de sus trabajos. Nadie les dijo, o se olvidaron esos abolicionistas, que presos liberados no podían volver a sus ocupaciones habituales. Les cerraban todas las puertas. Debieron aprender oficios distintos, como cocineros, vendedores de fiambres o asumir el duro exilio y seguir dolorosamente vivos.

Claro que, en alguna medida, los ex presos “ya fueron” No están tras las rejas. Andan por la calle. Pero, hay que repetirlo, ninguno es el mismo de antes. Todos llevan, acaso para siempre, una fractura en el alma, algo irremediable, que genera una constante pena.

Los “quintas columnas” citados varias veces en esta nota, seguro gritarán: “!Que tanta lágrima si ya pasó todo!” Es cierto. Esos días quedaron atrás. Lo que no se sabrá nunca, quizás, es el porque de la mayoría de las detenciones, onerosa duda implantada, como hicieron con el miedo, en muchos jóvenes llenos, como todos, de frescura.

Esos son, con sus canas al viento en gran mayoría, los que esperan la justa y demorada reparación. Se debe entender que la palabra “reparación” no debe ser confrontada, como algunos hacen, con sueldos y peticiones de aumentos de los mismos. Son cosas muy diferentes. Las demandas de incrementos en remuneraciones por trabajo, son reclamos dignos, con sus estructuras orgánicas por las que se canalizan los pedidos.

Las reparaciones, que de ninguna manera gravan el presupuesto provincial, son actos de solidaridad, en primer término y de grandeza de un estado, formado por toda la ciudadanía. Un reconocimiento hacia víctimas de ese mismo estado conducido por crueles uniformados y sus sicarios civiles en días de horror.

Las reparaciones no consisten en la dilapidación de fondos públicos. Son una ayuda para quienes fueron apresados con el uso de patrimonios del estado: armas, lugares de encierro, vehículos, todo proveniente de las arcas oficiales, sustentadas por el pueblo.

Acaso haya que darle una vuelta más de rosca al tema. Por ejemplo, buscar para la erogación mensual de los ex presos algún fondo distinto, que no sea el erario público. Por ejemplo, cuentas mediante, aplicarle una quita a los fondos que aportan los firmas que explotan el juego en Mendoza.

Cada vez hay más casinos. Las ofertas para ingresar a ese mundo lúdico, en el que gana siempre la banca, son atractivas: sorteo de autos, shows artísticos, premios sorpresa. Quienes explotan esos negocios son, todos, prósperos empresarios, muy prósperos ¿Qué le hace una mancha mas al tigre? (o habría que decir “una mancha menos”) Y nada. O muy poco. Ninguno se fundirá por aportar una razonable colaboración mensual estipulada por el gobierno.
Otra, acaso algo más simple, indiscutiblemente justo: que la suma de pensiones la pague ANSES. Algunos funcionarios le llaman “la caja” a ese ente que debería ser dirigido por empleados en actividad y jubilados, sus verdaderos dueños y no por políticos. Y le nombran así porque sirve para auxiliar a la General Motors Argentina, a punto de colapsar, lanzar planes de compra de electrodomésticos, para que el gobierno nacional saque plata prestada. Ahora, préstamos para viviendas, lo último. Los jubilados dan para todo. Son los que mueven al país con sus fondos. Mientras esperan todos los días mejores emolumentos y que sus fondos no sean manejados por bancos de proceder errático, como el Supervielle, en que nunca porque cada vez cobra menos plata. Esa “caja” de una vez por todas debe ser para los que aportan y los que aportaron. Y si le asigna un destino justo a un imperceptible mínimo de sus fondos, bien pueden cobrar los ex presos antes que se destinen esos fondos a usos que nada tienen que ver con la gente (que los hay los hay)
Acaso exista otra forma de conseguir que los fondos para el pago de las reparaciones sean de carácter genuino. Mientras eso, u otra solución que espante a los atrabiliarios, se reglamente, que sea la provincia la que pague esos sueldos. Postergarlos, cajonearlos y sumirlos en el olvido, opacará la imagen de una nación pionera en la aplicación de la justicia que los derechos humanos sustentan. Ese mérito lo logró la Argentina con estos últimos gobiernos. Mendoza es pieza importante en esa reivindicación que muchas naciones del mundo no se animaron a poner en marcha.

La Quinta Pata, 17 – 06 – 12

La Quinta Pata

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