domingo, 10 de junio de 2012

Quebec: hacer la guerra a los hijos

J.F. Conway
* (Traducción: Hugo De Marinis)

On ne lâche pas (“No daremos marcha atrás”)
Consigna de los estudiantes québécois en huelga

Una sociedad en guerra con sus hijos es una sociedad en profunda crisis. La movilización de los estudiantes en huelga de Quebec ha batido records mundiales de tamaño y duración. La capacidad organizativa de los estudiantes ha sido notable y la escalada de los niveles de disciplinado apoyo popular poco menos que sorprendente. Decenas de miles se movilizan día a día, semana a semana, ahora mes a mes y el apoyo al boicot a la asistencia a clases crece y se hace más sólido.

Los esfuerzos propagandísticos del gobierno de Quebec y los medios del establishment para desprestigiar a los estudiantes como chicos egoístas, que se creen con derechos que no les corresponden, que lloriquean por los modestos aumentos en la matrícula y que se proponen crear caos para beneficiar sus propios intereses, ha fracasado en dos frentes. Los estudiantes han respondido con un propio y bien organizado sistema de información que ha encontrado la manera de abrirse paso a la prensa del mundo siendo transmitido instantáneamente por teléfonos móviles y iPhones a cientos de miles de personas. Los que siguen los medios sociales se encuentran mejor informados que los que confían en los diarios y las grandes cadenas de televisión. Los estudiantes rechazan los medios del establishment con el desprecio que los medios mismos ayudaron a generar con respecto a ellos mismos. La campaña de desprestigio fracasó también en su intento de tornar a la sociedad québécois en contra de los estudiantes. Por el contrario, el apoyo popular se ha mantenido en aumento con números crecientes de simpatizantes que se unen a los estudiantes en las calles, haciendo sonar cacerolas alegremente.
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De todos modos, los eventos que presenciamos nos deberían causar alarma. El espectáculo de policías antidisturbios vestidos de ominoso negro, lanzando gases lacrimógenos y pimienta, metiéndose entre la multitud para golpear con bastones y pisotear a víctimas indefensas, deteniendo a los que podían, disparando balas de goma, arrojando bombas de estruendo y llevando arrastrados a docenas a la cárcel, son imágenes asociadas desde hace mucho tiempo con la represión típica de un estado policial. Y esto está ocurriendo a nuestros jóvenes, en nuestras calles y en nuestras ciudades. Hasta el momento las bajas no han sido profundamente trágicas: cortes en la cabeza, conmociones cerebrales leves, hematomas y contusiones, unos pocos huesos rotos, un ojo perdido y daños menores a la propiedad. Pero todo puede cambiar en un instante si el premier de Quebec, Jean Charest, persiste en desplegar el estado policial con el aplauso de demasiados canadienses y los festejos de una gran parte de la prensa establecida. Solo hace falta – alentado por las llamadas a la represión del coro de los que dirigen sus denuncias contra los estudiantes – un policía propenso al gatillo fácil o un bastonazo con exceso de celo.

Posición dura con los estudiantes
Los motivos políticos de Charest en su forma de lidiar con los levantamientos estudiantiles fueron claros desde el principio. Cuando la esperada movilización estudiantil contra el alza en las matrículas – 82 % a llevarse a cabo en siete años – el premier dejó en claro que no cedería. En ocasiones anteriores se lo criticó por débil y blando al haber dado marcha atrás respecto a los aumentos de matrícula cuando fue enfrentado por los estudiantes. En 2012 Charest ya era un premier derrotado. El consenso era – confirmado por las encuestas – que iba a perder la próxima elección. Las recientes revelaciones acerca de la corrupción galopante en las relaciones entre el gobierno, la industria de la construcción y el crimen organizado solo contribuyeron a que esa derrota se predijera más segura y probablemente más catastrófica. Con su intento de re-focalizar la atención pública en ponerse duro con los estudiantes e instaurar la ley y el orden sobre los disturbios callejeros, el pánico y la desesperación de Charest quedaron demostrados. Apostó a montarse en la derrota de los estudiantes para lograr una victoria personal, o al menos una capitulación para él menos humillante.

Charest se equivocó de modo rotundo. Creyó que el rechazo a la negociación y una posición dura, sin compromiso de ninguna naturaleza, romperían la movilización estudiantil, especialmente en tiempos en que se avecinaban los exámenes finales y los estudiantes se enfrentaban a la posibilidad de perder el semestre. Sucedió lo opuesto. La línea dura de Charest resultó en una aún más masiva movilización galvanizando también más apoyo externo a los estudiantes que condujeron a manifestaciones diarias gigantescas.

El proyecto de ley n° 78 se votó a las apuradas en la Asamblea Nacional de Quebec el pasado 18 de mayo. Se lo tituló oficialmente “Ley para permitir que los estudiantes reciban instrucción de las instituciones postsecundarias a las que asisten”; en realidad, sería mejor definirla como “Ley temporaria de estado policial en Quebec”. Los policías ahora son los árbitros y guardianes del ejercicio de la democracia en la provincia de Quebec. Cualquier reunión de 50 o más personas debe solicitar permiso a la policía y notificar itinerarios, duración y horarios. La policía tiene el derecho de negar permisos o exigir cambios a los planes de los manifestantes. Quedan prohibidas manifestaciones y piquetes a menos de 50 metros de los límites de cualquier institución postsecundaria. A los profesores y a los líderes de sindicatos docentes y estudiantiles se les intima a “inducir” a los estudiantes a obedecer la mentada ley; de lo contrario deberán enfrentar un proceso judicial. Las multas impuestas por transgresión a la ley se parecen bastante a un legalizado terrorismo financiero: de 1.000 a 5.000 dólares para individuos; de 7.000 a 35.000 para líderes estudiantiles; de 25.000 a 125.000 para sindicatos y organizaciones estudiantiles – estas cifras se doblarán en valor en los subsecuentes casos de reincidencia.

La ley viola a sabiendas y flagrantemente numerosas disposiciones de la Carta Canadiense de Derechos y Libertades. La ley expira el 1° de julio de 2013, antes de que cualquier recurso de inconstitucionalidad pueda cansadamente abrirse camino a través de los tribunales. Para entonces la ley habrá servido, sin embargo, su propósito político de liquidar la movilización estudiantil. Además del uso de formas de terror legal y financiero para reprimir el movimiento, el ministro de seguridad pública ha ordenado a una brigada antiterrorista interrogar a los líderes estudiantiles, una clara acción de intimidación con mano dura. A lo anterior se suma que el Ayuntamiento de la ciudad de Montreal se unió al cortejo de represión con la prohibición del uso de máscaras en las movilizaciones (de manera tal de privar a los manifestantes que elijan cómo protegerse de los gases lacrimógenos y pimienta). Desde la ominosa modificación del apartado 98 del código penal a raíz de la huelga general de Winnipeg en 1919 nunca ninguna ley, tan brutalmente represiva y antidemocrática, ha sido adoptada en Canadá.

Dar batalla al monstruo neoliberal
La represión hasta el momento ha fallado en rendir a los estudiantes. Lo que ha logrado en realidad ha sido contribuir a hacer las movilizaciones más fuertes y decididas, al tiempo de convencerlas que la conducta de Charest ha sido un acto de pura desesperación. Manifestaciones numerosísimas en Montreal y otras varias, más pequeñas, a lo largo y ancho de la provincia de Quebec, continúan desafiando la ley y suman adhesiones en grandes números entre los que se oponen a la nueva reglamentación y su ataque a la democracia. El 22 de mayo 100.000 estudiantes (estos últimos dicen que fueron muchos más) desfilaron en Montreal en desafío a la ley y el 28 de mayo cientos de abogados vestidos con sus togas marcharon en solidaridad con los estudiantes. Más de 500 abogados ofrecieron sus servicios pro bono (gratuitos) para la batalla en los tribunales.

Cientos han sido arrestados. La movilización, la represión y las detenciones continúan y ahora incluyen al líder del partido Quebec Solidaire y miembro de la Asamblea Nacional de Quebec, Amir Khadir, quien fue arrestado el 6 de junio en la ciudad de Quebec. Al otro día se allanó su casa de Montreal y se detuvo tanto a la hija como a la compañera de Khadir, ambas líderes estudiantiles. Ellas se cuentan entre los once arrestos de líderes estudiantiles durante las razzias policiales de la madrugada, ocurridas el 7 de junio en Montreal.

Los medios canadienses se han comportado vergonzosamente, actuando como adulones de la represión ordenada por Charest y llevando a cabo una ofensiva de propaganda negativa en contra de los estudiantes. Los canadienses se ven obligados a buscar en el exterior análisis más balanceados y mejor informados. The Guardian del Reino Unido y la versión inglesa de Al Jazeera proveen más acabados contenidos y análisis que el Globe & Mail. La mejor cobertura la proveyó el Canal de TV de Estudiantes de Concordia y la prensa estudiantil en general. Fue recién el 2 de junio que el Globe & Mail se despertó cuando tituló en su primera página, “Esto ya no es más sobre la matrícula”, y otorgó dos páginas enteras con análisis de fondo.

Nunca esto fue solo por la matrícula. Ha sido y es sobre lo que pasa en Canadá y en el extranjero cuando las medidas de austeridad son impuestas por el neoliberalismo y causan cada vez mayores estragos en la vida de los pueblos, especialmente en las generaciones más jóvenes. Ha sido y es acerca de lo que los neoliberales llaman despreciativamente “falso sentido de derechos” a la educación, a la salud, al trabajo, a la seguridad económica, a una vida razonable: estos “falsos derechos” deben ser recortados con dureza o eliminados. Los estudiantes de Quebec y otros que luchan contra el monstruo neoliberal están respondiendo con claridad. Estos no son “falsos derechos”, son derechos de ciudadanía en cualquier sociedad libre y democrática. Intentamos recuperarlos y extenderlos en el esfuerzo de construir una sociedad más humana y civilizada.

La respuesta del neoliberalismo en Quebec y alrededor del mundo es la misma que la respuesta del capitalismo en cualquier instancia del presente y del pasado en que se ha visto amenazado por movilizaciones democráticas y populares: represión y fuerza bruta. Las preguntas que debemos hacernos son nada menos que estas: ¿quién gobierna?, ¿quién tiene el poder? Y por cierto: ¿qué se hizo de la democracia?”

*J.F. Conway es un sociólogo político de la Universidad de Regina (Saskatchewan, Canadá). Es autor de debts to Pay: The Future of Federalism in Quebec y The West: The History of a Region in Confederation.


The Bullet – Socialist Project • E-Bulletin No. 651, June 10, 2012

La Quinta Pata, 10 – 06 – 12

La Quinta Pata

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