Ramón Ábalo
Las embestidas contra los abogados de los derechos humanos y los organismos, viene desde lejos, desde el mismo momento en que se desató el terrorismo de estado. Y mucho antes, inclusive, del golpe del ‘76. Es que la derecha fascistoide, en todas sus expresiones, transpira odio, rencor y venganza por las batallas que viene perdiendo en el marco de los juicios por crímenes de lesa humanidad que se ventilan en el fuero federal de Mendoza.
A ese odio y venganza se le opuso desde siempre también aquellas banderas de memoria, verdad y justicia que enmarcaron la larga lucha de los organismos y los abogados como Diego Lavado. Y eso es lo que los lastima, doloridos y amenazantes con armas deleznables, como en este caso, el anonimato, cuando la pretendida ofensa al abogado defensor de los derechos humanos que es Lavado se expresó en pegatinas de panfletos en los alrededores de dichos tribunales.
Los ofensores no son muchos, pero tienen a su favor poderosas fuerzas oscuras que devienen, en alto grado, de sectores ideológicos afines a los genocidas, los emparentados con los cómplices que estuvieron enquistados en la justicia, en las corporaciones económico-financieras, en la cúpula de la iglesia católica con fuerte influencia ideológica desde el Opus Dei y el Verbo Encarnado, especialmente en San Rafael y Malargüe, en la política antinacional y antipopular, en una actualizada versión de las cacerolas de teflón. No son ajenas las contradicciones que se expresan en sectores de la institucionalidad y los políticos. De acuerdo a los análisis que se hacen en el seno de los organismos humanitarios, se señalan actitudes derechosas de grupos del partido gobernante, que se están planteando una línea divisoria, incluyendo las políticas kirchneristas en la temática de derechos humanos. En este mismo espacio los organismos como la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, filial Mendoza, encuentran signos peligrosos de fractura del estado de derecho en la cuestión de la seguridad-inseguridad, que se expresa en una aguda acción del "gartillo fácil" policial y los métodos aberrantes de represión en las comisarías, especialmente contra los jóvenes.
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