domingo, 1 de junio de 2014

La economía mendocina durante la Colonia

Eduardo Paganini (Baulero)

El autor de estos fragmentos —según reza en el mismo volumen— es Doctor en Ciencias Políticas y Sociales. Especialista Internacional en Planificación del Desarrollo Regional, Master Degree en Regional Development Planning (Netherlands-United Nations), Director del Postgrado Centro de Estudios e Investigaciones Regionales (Postgrado CEIR Mendoza) y Profesor e Investigador en la Universidad Nacional de San Juan y la Universidad Nacional de Cuyo. Agradecemos la gentileza de la Biblioteca Popular Mauricio López el acceso a esta documentación.

Introducción.

Entender la línea argumental de “rupturas y conflictos en la historia económica de Mendoza” es recorrer la dinámica productiva provincial en forma sintética y orgánica donde lo económico no es una expresión mecánica, sino un intento de reconocer las influencias del desarrollo de las fuerzas productivas, las relaciones sociales de producción y la vinculación jurídico-institucional. Ellas se transforman en explicativas de los fenómenos sociales y de las determinaciones estructurales que organizan los modos de producción-reproducción. Sin embargo, estos fenómenos y procesos deben ser explicados dentro de un contexto de relaciones nacionales e internacionales. Relaciones que atraviesan, influencian y condicionan el comportamiento económico en los territorios locales.

El trabajo, por tanto, es una síntesis histórica donde los hechos políticos y las dinámicas de acumulación demarcan rupturas y conflictos, y ayudan a definir los modos específicos de producción que permiten interpretar las particularidades de los agentes en sus disputas por el poder y las relaciones sociales en un marco de contextos institucionales que median y regulan esas manifestaciones.

Por ello, “rupturas y conflictos en la historia económica de Mendoza” es una síntesis explicativa de la orientación del crecimiento económico, de los conflictos de los agentes, el desarrollo de sus instituciones con sus crisis y memoria.

1. La época colonial.

El sistema político colonial local se constituyó a partir de la monarquía española que fue la gran beneficiaria de los tributos, de la explotación minera, de los ingresos de aduana y del monopolio comercial en América. El poder colonial se fue conformando por los intereses de los grupos dominantes y la modalidad expansiva del capital europeo. Esta situación marcó la condición de dependencia, y el intercambio desigual y combinado entre metrópolis y colonia.

La Dominación Colonial[i] en la región, se plasmó entre 1561 y 1810, con dos períodos bien diferenciados. El primero desde la fundación de Mendoza, hasta el año 1776 en que se crea el Virreinato del Río de la Plata. El segundo período se extiende hasta 1810, año en que se produce la Revolución de Mayo.

Pedro del Castillo con cuarenta hombres fundó con el nombre de Mendoza el 2 de marzo de 1561, una ciudad de veinticinco manzanas rodeada de terrenos para chacras, que repartió entre los vecinos fundadores. Juan Jufré reemplaza al año siguiente a Pedro del Castillo, quien funda la Ciudad de San Juan.

Jufré despojó de las encomiendas entregadas por Pedro del Castillo a vecinos de la ciudad de Mendoza, para darlas a soldados que le acompañaban en la expedición. En este tiempo, Mendoza fue cabeza administrativa del “Corregimiento de Cuyo” con dependencia política de la Capitanía General de Chile.

La creación del Virreinato del Río de la Plata significó un cambio político-administrativo de suma importancia para la provincia, porque se sustituyó la vinculación Lima-Santiago de Chile, por la de Buenos Aires-Córdoba. Por Real Decreto de 1782 y, en especial por la Segunda Ordenanza de Intendencias de 1783, Cuyo dejó de pertenecer a Chile y pasó a ser parte de la Intendencia de Córdoba del Tucumán, situación que duró hasta la Revolución de Mayo de 1810.

En Mendoza (Cuyo), las primeras ciudades fueron de fácil fundación porque los indios huarpes, que habitaban el centro-norte del territorio, eran pacíficos y disponían de un cierto nivel de organización social[ii]. Eran sedentarios y practicaban en pequeña escala el cultivo del suelo y la caza. En el sur de la región había otros agrupamientos indígenas más aguerridos y con menor nivel de organización (puelches, pehuenches chiquillanes)

1.1. Del modo precapitalista al capitalista de agroindustria precaria y agro-extensivo de engorde de ganado (1561-1810)

La conquista implicó la inserción del territorio regional dentro de un mercado más amplio que obligaba a cumplir un papel específico dentro de la división internacional del trabajo. Ella condujo a cambios dramáticos en el número, composición y distribución de la población, y a importantes conflictos en las relaciones sociales, políticas y económicas.

La dominación hispánica portaba en su seno la formación capitalista que, en su primera época, se asimiló a una formación de carácter precapitalista. Esta formación concretó formas incipientes de intercambio mercantil como factor nuevo de acumulación y estableció una organización social de trabajo servil, esclava y cuasi-salarial.

La dominación colonial subsumió a la formación nativa-indígena local[iii] por vía de la apropiación de la tierra y de su fuerza de trabajo. La llegada del conquistador introdujo nuevos instrumentos de producción como el caballo, la rueda, nuevos productos agrícolas y ganados, que cambiaron la forma de producir y de distribuir modificando los procesos productivos y las relaciones sociales en la región de Cuyo.

La situación originó una organización que prefiguró en el orden temporal, tres modos diferenciados y yuxtapuestos de producción: el modo servil tributario, el esclavista y el mercantil simple, en transición al modo capitalista (GAGO, A. 1994).

El modo servil tributario se basó en la explotación de la fuerza de trabajo de los indios, integrando por la violencia a la población nativa como fuerza de trabajo. Este modo impuso formas de intercambio monetario, ejerció un sistema compulsivo de tributos y se apropió de la tierra por medio de procedimientos coactivos institucionalizados.

Legalizó la institución de la encomienda, que era otorgada por los Gobernadores o Virreyes, siendo muy disputadas por el grupo dominante[iv]. La distribución de las encomiendas requería de prerrogativas de las más altas autoridades del virreinato, y ello se debía a que los indios constituían la verdadera riqueza del encomendero.

El modo esclavista colonial sirvió para dar dinamismo a la economía en actividades mineras, ganaderas y agrícolas. La fuerza de trabajo esclava se instaló en el territorio por ser área de paso de la ruta comercial esclavista entre el litoral atlántico y Santiago de Chile. El modo esclavista impuso al esclavo como la fuerza de trabajo necesaria e imprescindible para ampliar la producción y el intercambio de los bienes regionales, con el resto de los territorios del virreinato.

El modo mercantil simple puso énfasis en las actividades artesanales y la pequeña explotación agraria, cuya fuerza de trabajo era la base de la producción orientada al consumo local. Además, presentó nuevas relaciones sociales bajo la forma de contrato salarial, pago en especies y salario en dinero.

La dominación colonial modificó la forma de posesión de la tierra a través de las “Mercedes Reales”[v], institución que tuvo vigencia hasta el año 1700. El Cabildo local otorgaba “las Mercedes” y participaba en la venta y adquisición de la tierra. El creciente interés por la apropiación de la tierra, estuvo acompañado por la compra, remates, donaciones y ocupación de hecho. En ecosistemas de oasis, como los de la provincia, estas entregas que iban de las 200 a las 4000 cuadras cuadradas significaron otro importante instrumento de poder y concentración económica.

La economía en la época colonial y especialmente durante el Virreinato del Perú, tuvo un bajo nivel de desarrollo debido a que Cuyo era un área aislada y distante de los grandes centros comerciales, administrativos y de producción. El escaso comercio regional se llevó a cabo con las poblaciones del norte: Potosí, Oruro, Charcas, Jujuy, Salta, Tucumán, del noreste: Córdoba, Paraguay, y del oeste: Chile.

Concordante con esta apreciación, se deduce que la razón de fundación de los asentamientos en la región, fue la de cumplir funciones de seguridad y administrativas, y de soporte de los circuitos comerciales, condición por la que la producción se destinó básicamente a satisfacer el consumo local. En baja proporción el comercio interregional abasteció de productos alimenticios y ganados, orientados a los grandes centros administrativos y áreas de explotación minera del norte y Alto Perú.

En este escenario, los conquistadores mejoraron el sistema de irrigación desarrollado por los indígenas, levantando una economía de viñedos y campos cultivados con trigo y maíz. Hacia mitad del 1600, se aceleró la expansión de las viñas por el aumento del comercio con el litoral atlántico, donde los vinos (y aguardientes) cuyanos desplazaron del mercado a los del Paraguay. Este momento perfiló como dominante el modo de producción capitalista. Se afirmó el modo agroindustrial precario de vinos y pasas, ampliado con los descarozados de frutas. Las nacientes actividades originaron una incipiente división del trabajo en función de los rudimentarios desarrollos de la nueva producción especializada y la vieja producción de subsistencia.

Otra actividad económica ligada al objetivo de la conquista era la minería. Se podría asegurar que la idea de encontrar y explotar oro y plata, fue otra razón del establecimiento de las ciudades coloniales. Las minas de plata de Paramillo eran las más antiguas del país (1638). Hacia mitad de 1700, se explotaban las de Uspallata y para promover su labor se concedieron licencias de compra de esclavos negros. Sin embargo, la actividad minera no alcanzó esplendor por la falta de capitales y medios adecuados para su explotación, y porque no se asemejaban a los grandes yacimientos en explotación en el Alto Perú.

A partir de comienzos del siglo XVIII, los vinos, aguardientes y pasas tenían gran aceptación en Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires. Por Real Cédula del 20 de octubre de 1690, el Virrey acordó el permiso al libre tráfico de las carretas y mulas vineras hasta Buenos Aires, abriéndose un nuevo horizonte en el comercio de los productos de Cuyo[vi]. Los datos del censo de 1739, muestran un notable incremento de la producción local, fundamentalmente en el número de viñas y bodegas. Hacia 1785, este comercio había triplicado su magnitud.

Al entrar la región en circuitos de intercambio comercial, se ordena una estructura económica que facilita la especialización de la producción local.

Con el crecimiento de la industria del vino y los aguardientes, nacieron y cobraron impulso las industrias vinculadas como la de fabricación de botijas y la actividad talabartera. Además, fue necesaria la construcción de carretas y carretones para el traslado de la producción a otros territorios.

La imposición del Reglamento de Libre Comercio entre España e Indias en 1778, provocó una acción decisiva en la política de control comercial que ejerció España sobre los productos de la región. Para evitar la competencia se crearon aduanas interregionales y se aplicaron políticas de prohibiciones a las producciones regionales. Esta situación forzó a adoptar un tipo de economía cerrada, fortaleciendo el comercio de ganado a Chile que se había iniciado hacia 1640, y dio origen al modo de producción capitalista agro-extensivo de engorde de ganado.

La política de expansión de la frontera que impulsó la administración colonial, facilitó la integración parcial de los territorios del Valle de Uco y del Diamante-Atuel. En 1770, se levanta el fortín “San Carlos”, que impulsa el desarrollo del Valle. El Comandante de Fronteras y de Armas Dn. José Francisco Amigorena, distribuyó tierras, repartió ganado y facilitó útiles de labranza para su florecimiento. Entre 1785 y 1792, se echó al indio de Tunuyán, Diamante-Atuel, Malargüe, Río Grande y Barrancas. En 1805, con la construcción del fortín de adobes “San Rafael”, a la margen del río Diamante, se mueve efectivamente la frontera sur. Con éstas políticas, se logra parcialmente, el ansiado interés del grupo dominante, la expansión y posesión de los nuevos territorios y el control de parte del circuito ganadero que realizaban, en forma de contrabando los indígenas.

Fuente: Dr. Alberto Daniel Gago, Rupturas y conflictos en la historia económica de Mendoza: Acumulación, instituciones, relaciones sociales y poder, Mendoza, Publicaciones CEIR

[i] La dominación y dependencia fue impuesta y mantenida a través de la instalación de un aparato estatal cuyas principales instituciones fueron el Virrey y la fuerza militar bajo su mando. La Audiencia y los Gobernadores Intendentes, junto a una creciente burocracia gubernamental. En posición secundaria, se encontraban el Consulado, los Cabildos, los Alcaldes de la Hermandad, y otras figuras similares y menores.
[ii] La organización social de los huarpes tuvo fuerte influencia incaica. Expertos de Yupanqui, ya habían adiestrado a los huarpes en la construcción de canales de riego. Los huarpes se sometieron al conquistador español Sin resistencia, y se levantaron por primera vez en combinación con los calchaquíes, por los malos tratos de los encomenderos que los explotaban.
[iii] La formación social indígena se sustentaba en una forma de economía natural indisolublemente ligada a la tierra, cuya distribución del excedente se regía por reglas como las de jerarquía y parentesco.
[iv] El Rey autorizaba a los Virreyes a otorgar la concesión de tierras a los conquistadores que la solicitaban y los españoles que desearan fundar poblaciones. También, fue potestad de los Cabildos, con la aprobación del Virrey, conceder tierras en sus respectivas jurisdicciones.
[v] Las Reales Cédulas de Gracia o Merced eran formas de premios o recompensas al conquistador, y era el único título con validez jurídica para obtener el dominio de la tierra. El territorio local tuvo por acreedores a los “vecinos encomenderos” que eran los únicos en condiciones legales de poseerlas.
[vi] La primera remesa oficial de vino de Mendoza con destino a Buenos Aires y de la que existe constancia fue realizada el 17 de febrero de 1767 por el padre Procurador Juan Prado, del Convento de los Jesuitas, consignando a otro padre 14 carretas de vino añejo y una carreta de frutas secas que dio por resultado líquido la suma de 2.000 pesos (FUNES, L., 1932).

La Quinta Pata

No hay comentarios :

Publicar un comentario