domingo, 19 de abril de 2015

Otro modelo de sindicalismo es posible - ( I ) –

Ramón Ábalo

Recientemente hemos afirmado que el sindicalismo universalmente, incluso en la Argentina, es una pata más del sistema capitalista. Pero, sin desmentirnos, en ese marco sindical-ideológico, se puede constatar dos modelos o, al menos, el cooptado por el sistema, y otro que hace esfuerzos para diferenciarse. En aquel, la presente etapa exhibe un agotamiento virtual de los discursos y formas organizativas que, por décadas caracterizaron el accionar de los trabajadores y del conjunto de los sectores populares en nuestro país. En este preciso escenario se inscriben las fuertes limitaciones en el accionar sindical tradicional frente a los desafíos de esta nueva Argentina, la popular y nacional en camino al Socialismo Siglo XXI.

Este sindicalismo prohijado por el neoliberalismo y las dictaduras, pero que, por lejos, constituyó la forma organizativa más alta que tuvieron los trabajadores durante nuestra historia, aparece hoy como un instrumento ineficaz para contribuir a ese proceso revolucionario y, por lo tanto, de la toma del poder por el bloque mayoritario del pueblo. Más concretamente aún, si el sindicalismo fue la estructura que materializó la capacidad de influencia de los trabajadores en la Argentina pasada, hoy es este punto el que parece precisamente obturado.

Por cierto, esta nueva situación no debe interpretarse como un proceso natural, sino como consecuencia de la agresiva reestructuración en tiempos de la violencia institucional y remate entreguista de las estructuras productivas más críticas y vitales. O sea, la regresiva reestructuración de la economía argentina impuesta bajo el terrorismo de Estado, y la destrucción de aquella organización que, por décadas, con vicios y virtudes, ejerció la defensa de los trabajadores. Recordemos la CGT de los argentinos, SITRAC y SITRAM en Córdoba, la CGT mendocina, y los gremios del 57/62. Los documentos de La Falda y Huerta Grande, el del 1 de Mayo de 1962, y las luchas de oposición a la destrucción de estamentos estratégicos: la industrialización transformadora de materias primas, como la energía y minerales en acero, o sea Acindar, YPF, Gas del Estado, Obras Sanitarias; las comunicaciones, el correo y telegrafía, los medios audiovisuales : el transporte , o sea los ferrocarriles, Aerolíneas Argentinas, la flota mercante, la avanzada tecnológica y científica, o sea talleres ferroviarios y fabricación de unidades para pasajeros y para cargas; fabricaciones militares, fábricas de aviones y automotores, la tecnología y la ciencia atómica y su instituto emblemático, o sea el Balseiro; la educación superior y en general en todos los niveles, los alimentos, o sea los frigoríficos, las carnes, bebidas, la vitivinicultura y la fruticultura. Las industrias textiles y del calzado (alpargatas). La extranjerización de lo que quedó de un proceso industrialista promovido por el peronismo desde 1945 enancado en políticas que justificaban la esencia de ese proceso: justicia social, independencia económica y soberanía política.

En realidad, el genocidio también estuvo destinado a liquidar dirigencias representativas y burocratizar al extremo a los efectos de inhibirla en su capacidad de respuesta, y formular la estrategia consistente en salvar y abultar su bolsillo antes que defender a los trabajadores, estrategia que ha dado sus frutos en la configuración de un modelo sindical que transforma la vieja estructura en un "Holding empresarial", tales los Casia, de ferroviarios, Vandor, metalúrgico, tal vez el más emblemático de esa casta conformada al calor del golpismo militar, conservador e imperialista.

LA FALDA Y HUERTA GRANDE

El golpe oligárquico del 55 puso en marcha un plan de destrucción de las conquistas sociales y políticas logrados por el movimiento obrero organizado a lo largo de décadas de luchas por impedir el avance de las patronales y el imperialismo, y fueron elaborando, paralelas a las luchas, propuestas políticas económicas y sociales, que tenían el doble objetivo de integrar las fuerzas propias, al mismo tiempo que neutralizar el discurso y enfrentar con la movilización la represión oficialista.

Los programas de La Falda, de agosto de 1957 y el de Huerta Grande, de junio de 1962, son los dignos antecedentes del Programa del 1° de Mayo, que en esa fecha de 1968, se publica en el primer número del periódico de la CGT de los Argentinos. Fue Raimundo Ongaro, secretario general de los gráficos, el que estuvo al frente de esa CGT, en oposición frontal a la clásica CGT, la de Azopardo, sede de la misma, y su vocero fue un periódico, el que entre un grupo de periodistas estuvo Rodolfo Walsh.

(Sigue en la próxima edición)

La Quinta Pata

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