domingo, 13 de enero de 2013

Juicios: unas cien causas en una sola tanda

Ramón Ábalo

En la nota anterior sobre este tema señalábamos la inquietud de los organismos de derechos humanos de Mendoza en cuanto a los tiempos que quedan para llevar a juicios a casi dos centenares de causas que aún quedan por dilucidar ante el tribunal oral No. 1, de la justicia federal de esta jurisdicción provincial. Y esa inquietud tiene que ver con el ritmo de lo que está aconteciendo en estos momentos, en que de unos tres años a esta parte, solamente han tenido tratamiento no más de 30 causas, de un total no menos de 250 a 300. Este ritmo nos llevaría a casi una decena de años más para culminar con todas. Claro que sí, habrá condenas y varios genocidas a la cárcel, pero la mayoría, como está ocurriendo, estarán muertos o enfermos de senilidad total.

Un ejemplo estremecedor: en la última tanda de juicios están involucrados diez genocidas. Pero desde el principio, el año pasado, solamente estaban presentes no más de cinco, y los otros cinco con "partes de enfermo". Es decir, cinco banquillos sin ocupar. Posteriormente, algunos murieron, otros más enfermaron, y al término de esta tanda, ahora en diciembre, solamente se veía un solo banquillo ocupado, el de Morellato, responsable directo en varias causas de víctimas del D2. Pero ocurre lo mismo con familiares de las víctimas, o sea madres, padres, hermanas, hermanos, que también son víctimas biológicas. Decenas de años de luchas, por parte de la mayoría de esos familiares, exigiendo memoria y justicia, sin la mínima satisfacción de esos anhelos.

De concretarse este proyecto de megajuicio, seguramente que se avanzará y podría pronosticarse llegar a término con todas las causas de aquí a tres años, cuando mucho, con algo así de unos 250 a 300 condenados, y no más de testigos. Cuando se habla de megajuicios, se está hablando de testimonios ya expresados-recibidos, hechos comprobados, responsables ya señalados, lo que simplificará el ritmo y ajustará los tiempos en menos. Pero queda una cuestión a resolver y es que el juez de instrucción, que es el juez Walter Bento, el que tiene la potestad de darle vía libre a este proyecto megajuicios, lo haga. En conjunto, juez, fiscales y querellantes, es lo que están conversando.

Más implicados
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Así como surgieron elementos de sus propias declaraciones para que la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, filial Mendoza, pida que se lo implique, aunque sea como cómplice, a monseñor Rey, de los testimonios de varias víctimas, en las jornadas del mes de diciembre último, quedan en la mira del tribunal, otros represores.

Mario Gaitán, en su causa, reconoció a cuatro represores del D2: Timoteo Rosales, "El Puntano", a Mario Esteban Torres Pérez, "El Porteño", Antonio M. Ochoa Albornoz, que también prestaba servicios extraordinarios, y Julio H. Lapaz Calderón, activo torturador al que le decían "El Padrino", que ingresaba a las celdas de las presas con la intención de abusar de ellas. Por su parte, Roberto Vélez identificó a Dardo Migno, jefe de comunicaciones; a Oscar Alberto Bianchi, integrante de las "3B", cúpula de la Penitenciaría en 1976; a Eduardo Smaha "uno de mis torturadores", y a Rodolfo Cardello, integrante de la patota federal, sobre quien detalló más fechorías. También Guidone identificó, por ejemplo, a Pedro Sánchez Camargo y a Dardo Migno. Vale señalar que si bien la mayoría de los que han sido señalados en los testimonios transcriptos, también lo vienen siendo en testimonios anteriores. Pero sirven para ratificar y responsabilizar más marcadamente, a quienes se los sindica como lo que son: represores genocidas.

Aberraciones
Al testimoniar Mario Gaitán, se quebró varias veces al contar las penurias pasadas por quien era entonces su novia, o sea Edith Noemí Arito, que también pasó por el D2, y fue varias veces violada. Recordó a un agente que le decían "El Puntano". Al respecto, reiteramos que el concepto de crimen de lesa humanidad, que ya es jurisprudencia en nuestro país, también se va a aplicar a las violaciones sexuales, que hasta hace poco se las trataba como delitos comunes. Torturar y matar a seres indefensos en el marco de una estructura de terrorismo de estado es un delito de lesa humanidad, y también lo será para los delitos sexuales. El hacer el amor, como se dice ahora al acto sexual, por parte del macho es un acto, además, viril, pero aquellos violadores, amparados, incluso, por la impunidad total de su condición de agente de un estado terrorista, se convierte en una nada de nada. En todo caso, el más indigno, el más bajo, en cualquier nomenclatura humana.

La Quinta Pata

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