domingo, 15 de diciembre de 2013

Milicos eran los de antes - (I) -

Agustín Sur

Con el arma al cinto, sin sacarla de la cartuchera, los más de 200.000 policías, que cubren todo el territorio de la Patria y que están al cuidado de la población, de sus vidas y de sus bienes, lograron la semana pasada suculentos aumentos de sueldos y otras yerbas. Tuvieron algunos socios que recibieron a cambio zonas liberadas y un aceitado servicio de inteligencia.

Hubo picos de conmoción en algunas provincias, los que no pasaron a mayores estropicios gracias a la imaginación y diligencia del poder político. En pocos días la calma y un panorama de normalidad social cunde mayoritariamente en todo el territorio nacional. Incluso los uniformados se movilizan en el cumplimiento de sus deberes y sus socios mantienen la autonomía de sus territorios en resguardo de sus intereses. Es que la "policía brava" era la de antes, la que enfrentaba las rebeldías urbanas, esas que surgían de las componendas electorales, por ejemplo, y mucho más cuando las rebeldías ganaban las calles y el griterío se elevaba con tonos de broncas contenidas: "Los trabajadores son lo mejor que tenemos..!!". Y entonces la gritería ascendía por entre las patas de los caballos y los sablazos que a todo mandoble tiraban los cosacos criollos, el entonces llamado Escuadrón de Seguridad, o sea la policía montada. Todo era cuestión de gritar, correr y apretujarse bajo las patas caballares. Y la dispersión y los machetazos, las cabezas rotas, y vuelta a gritar: "Braden o Perón...Patria sí, colonia no..!!".

En unas páginas de la gran literatura menduca, nacional y universal, como la del gran Juan Draghi Lucero, esa policía brava suele alcanzar dimensiones de épica institucional. En un relato de su libro El Tres Patas, no dejan dudas del rol policíaco de esas épocas pasadas Lo dice un aspirante a uniformado:

"Como dije, me hice amigo de la policía...y me hice ladero del Jefe...si me le pegué como corrocho! Y tanto le serví que comenzó a protegerme de veras. Me consiguió plaza de milico sin uniforme. Mi tarea ya más importante, era descubrirle los más escondidos nidales no sólo del elemento maleante sino también de las logias en la milicada, con mención de quienes podrían socavarle el piso...¡Hayjuna! Tras de tantas rastrilladas, me vine a encontrar en medio del panal de las tramoyas. Y créanme, que no me gustaba ser oficiante de tales enjuagues pero, qué le va hacer...¿Irme a sufrir hambre por las calles? Y mis enemigos, que me la tenían jurada? ¡No! No podía culancharme, aunque lo proclamo en mi descargo que a más de una pobre vieja logré devolverle a su hijo bueno, pero tentado, que había caído en la ratonera. ¡Les ruego que me crean!

"A toda esta suma de males había que cargarle el polvorín de las elecciones. Antes del "cuarto oscuro" las votaciones se hacían a la luz del sol, en los atrios de las iglesias y allí, el presidente de la mesa se encaraba al votante: -A ver! ¡Por quién vas a votar vos?- Y el tembloroso "elector" tartamudeaba -"por mi patrón...pohñor!-

"Después de las votaciones se le daba trago a la gente y, como era domingo, amanecían los lunes tirados por el suelo....para que los milicos los alzaran en ancas y los llevaran a las fincas de los del gobierno, a trabajar sin paga, por sancochada tumbas: o a aplanar caminos enhuellados para el paso de los carros a cinco mulas con las canecas llenas de uva, de las viñas a las bodegas. ¡Hoy le llaman vendimia a este trajín de mostos y la adornan con reinas perfumadas y gauchaje de talabartería y con alharacas retumbosas y de colores!...Muchos de los que se caldean la boca al hablar de los "policías bravas", olvidan que los pobres cataratos tenían que poner a raya a los que, con sus logias y pasquines, querían voltiar al gobierno que, regular o malo, enderezaba la vida de las ciudades y campos, ¡qué joder! Bueno, cuando las coloradas se iban negriando, el Poder Joditivo, como le llamábamos al P.E., echaba mano a los matones. Sí, señor,. Y no se me escandalicen ni abran ojazos de gata primeriza, como la de doña Lindora....¡Había que ganar las elecciones, porque si subían los de la contra, que no eran mejores que los que la mangoniaban, se caiba la torre y nos aplastaba a todos. ¿ Y cómo refrenar a los angelitos opositores? Pues, con las mesmas de ellos! Se apelaba al matonaje. Los de San Luis eran los mejores. Esos agauchados, acostumbrados a peliarla a la bola y cuchillo con los pumas, y que, de niños, vieron a sus padres enfrentar a los pampas, resultaban ser los mejores:; se las ganaban a fierro limpio a los cotudos de Mendoza. Es la pura verdad y que nadie ponga en duda ni alargue la jeta por la noticia..."

La Quinta Pata

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